La forma en que los dinosaurios mantenían su temperatura corporal ha sido durante muchos años un misterio. ¿Se parecían más a una lagartija o a un elefante? La primera es de "sangre fría" (ectoterma) mientras que el segundo es de "sangre caliente" (endotermo). La diferencia entre ambas criaturas es que mientras el elefante genera su propio calor (mediante las reacciones químicas de su metabolismo, como hacemos nosotros), la lagartija soporta cambios más bruscos de temperatura pero depende del ambiente para calentarse o enfriarse.
Desde que sir Richard Owen bautizara los primeros restos de dinosaurios como "lagartos terribles" en 1842, quedó en el imaginario colectivo la idea de que estos animales estaban relacionados con los reptiles. Esto, y el análisis de los huesos, llevaron a pensar que se trataba de criaturas ectotermas, es decir, que dependían de las condiciones externas para regular su temperatura. Hace un par de años, un equipo de científicos descubrió que el principio por el que se asociaban las marcas anuales de los huesos con la ectotermia era erróneo, puesto que estas marcas (que aparecen cada año en el tejido óseo como los anillos de los árboles) también aparecen en mamíferos y otros animales de "sangre caliente". La tasa de crecimiento de los dinosaurios - y las pruebas de que debían moverse bastante deprisa en algunos casos - llevó a suponer entonces que estos animales eran de "sangre caliente" y muy diferentes - metabólicamente - del lagarto con el que todos los asociaban.
El equipo de John M. Grady, de la Universidad de Nuevo México, Albuquerque, publica esta semana en la revista Science un trabajo que viene a dar otra vuelta de tuerca a la cuestión y ofrece un resultado inesperado: los dinosaurios estaban a medio camino entre los ectotermos y los endotermos y se parecen más a unas criaturas denominadas genéricamente mesotermos, entre las que están algunas tortugas, algunos tiburones y los atunes. Pero, ¿qué tienen en común, entonces, un dinosaurio y un atún?
Para su trabajo, los científicos han desarrollado un método en el que relacionan la tasa metabólica de cada especie con una serie de variables como tamaño corporal, temperatura y tasa de crecimiento ontogenético (los cambios en el tamaño del cuerpo desde que el animal nace hasta que se convierte en adulto). Su trabajo ha incluido decenas de especies y abarca aspectos que hasta ahora no se habían tenido en cuenta con detalle. El problema de estos análisis es que el efecto del tamaño no es lineal, explica a Next Juan Ignacio Pérez, catedrático de fisiología de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), es decir, "un animal de diez kilos no tiene un metabolismo diez veces mayor que un animal de un kilo". Así que han eliminado este efecto mediante un procedimiento estadístico y pueden descartar la variable del tamaño del animal. Con este sistema, y conociendo por las marcas de los huesos la tasa de crecimiento de los dinosaurios, pueden estimar la tasa metabólica y ver en qué lugar de la tabla quedan.
"Es al hacer este análisis", explica Pérez, "donde los autores del trabajo se han dado cuenta de que la tasa metabólica los dinosaurios se queda a medio camino de los endotermos y los ectotermos, entre un pez y un avestruz, por ejemplo". En este lugar se encuentra un grupo de animales que han desarrollado una solución mixta entre la "sangre fría" y la "sangre caliente". No son ni una cosa ni otra, en unos casos dependen de la temperatura exterior y en otros utilizan un curioso mecanismo para generar calor basado en una red de vasos sanguíneos llamada "rete mirabile" (red maravillosa). "El atún calienta su musculatura interna mediante un procedimiento de circulación a contracorriente", explica Pérez. "mediante este sistema de capilares, no dejan que se escape el calor sino que hacen que recircule".
Lo que han descubierto los científicos es que, a diferencia de los endotermos, que mantienen una temperatura media de 37 C en el caso de los mamíferos y de ~39 C en el caso de las aves, los dinosaurios "mantenían una temperatura corporal por encima de la del ambiente pero no tan alta como la de un endotermo como nosotros". Los investigadores desconocen si el sistema utilizado por los dinosaurios era exactamente igual que el de los atunes - con una red de vasos que retiene el calor en determinados momentos - pero parece que poseían una solución intermedia de este tipo, como la observada también en algunas tortugas y tiburones. El trabajo de Grady, añaden, podría ayudar a otros científicos a entender mejor cómo eran los ecosistemas del Mesozoico y estimar cómo era la tasa metabólica de otros animales de este periodo cuyas características metabólicas siguen sin estar claras.
Fuente: sciencemag
Desde que sir Richard Owen bautizara los primeros restos de dinosaurios como "lagartos terribles" en 1842, quedó en el imaginario colectivo la idea de que estos animales estaban relacionados con los reptiles. Esto, y el análisis de los huesos, llevaron a pensar que se trataba de criaturas ectotermas, es decir, que dependían de las condiciones externas para regular su temperatura. Hace un par de años, un equipo de científicos descubrió que el principio por el que se asociaban las marcas anuales de los huesos con la ectotermia era erróneo, puesto que estas marcas (que aparecen cada año en el tejido óseo como los anillos de los árboles) también aparecen en mamíferos y otros animales de "sangre caliente". La tasa de crecimiento de los dinosaurios - y las pruebas de que debían moverse bastante deprisa en algunos casos - llevó a suponer entonces que estos animales eran de "sangre caliente" y muy diferentes - metabólicamente - del lagarto con el que todos los asociaban.
El equipo de John M. Grady, de la Universidad de Nuevo México, Albuquerque, publica esta semana en la revista Science un trabajo que viene a dar otra vuelta de tuerca a la cuestión y ofrece un resultado inesperado: los dinosaurios estaban a medio camino entre los ectotermos y los endotermos y se parecen más a unas criaturas denominadas genéricamente mesotermos, entre las que están algunas tortugas, algunos tiburones y los atunes. Pero, ¿qué tienen en común, entonces, un dinosaurio y un atún?
Para su trabajo, los científicos han desarrollado un método en el que relacionan la tasa metabólica de cada especie con una serie de variables como tamaño corporal, temperatura y tasa de crecimiento ontogenético (los cambios en el tamaño del cuerpo desde que el animal nace hasta que se convierte en adulto). Su trabajo ha incluido decenas de especies y abarca aspectos que hasta ahora no se habían tenido en cuenta con detalle. El problema de estos análisis es que el efecto del tamaño no es lineal, explica a Next Juan Ignacio Pérez, catedrático de fisiología de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), es decir, "un animal de diez kilos no tiene un metabolismo diez veces mayor que un animal de un kilo". Así que han eliminado este efecto mediante un procedimiento estadístico y pueden descartar la variable del tamaño del animal. Con este sistema, y conociendo por las marcas de los huesos la tasa de crecimiento de los dinosaurios, pueden estimar la tasa metabólica y ver en qué lugar de la tabla quedan.
"Es al hacer este análisis", explica Pérez, "donde los autores del trabajo se han dado cuenta de que la tasa metabólica los dinosaurios se queda a medio camino de los endotermos y los ectotermos, entre un pez y un avestruz, por ejemplo". En este lugar se encuentra un grupo de animales que han desarrollado una solución mixta entre la "sangre fría" y la "sangre caliente". No son ni una cosa ni otra, en unos casos dependen de la temperatura exterior y en otros utilizan un curioso mecanismo para generar calor basado en una red de vasos sanguíneos llamada "rete mirabile" (red maravillosa). "El atún calienta su musculatura interna mediante un procedimiento de circulación a contracorriente", explica Pérez. "mediante este sistema de capilares, no dejan que se escape el calor sino que hacen que recircule".
Lo que han descubierto los científicos es que, a diferencia de los endotermos, que mantienen una temperatura media de 37 C en el caso de los mamíferos y de ~39 C en el caso de las aves, los dinosaurios "mantenían una temperatura corporal por encima de la del ambiente pero no tan alta como la de un endotermo como nosotros". Los investigadores desconocen si el sistema utilizado por los dinosaurios era exactamente igual que el de los atunes - con una red de vasos que retiene el calor en determinados momentos - pero parece que poseían una solución intermedia de este tipo, como la observada también en algunas tortugas y tiburones. El trabajo de Grady, añaden, podría ayudar a otros científicos a entender mejor cómo eran los ecosistemas del Mesozoico y estimar cómo era la tasa metabólica de otros animales de este periodo cuyas características metabólicas siguen sin estar claras.
Fuente: sciencemag
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